domingo, 21 de diciembre de 2008

Mesa para ocho s’il vous plait.

Cuberterías imperiales de castillos invisibles, rústicos manteles cubriendo un mundo desgajado por guerras y olvidos, entre nosotros, invitados de lujo que brindan sin ser vistos: un tal Melquíades con su atillo a rebosar de inventos imposibles, una tal Alicia buscando, en confusas lenguas de babel, un país desbordante de maravillas, trileros de cualquier condición, un extranjero que acababa de perder a su madre, Rómulo y Remo invitándonos a volar desde entrecortadas conversaciones a teléfonos celulares, y sobre la mesa sabrosas viandas llegadas de los mas remotos confines y otras tierras soñadas:

La suculenta paella de Tuzla donde las canteras se entremezclan con las salinas y los manantiales se abren camino entre miles de ciruelos en flor; los excelentes caldos de Zobeida, población donde buscan y saben reconocer quién y qué en el medio del infierno, no es infierno, anchoas de los mares de Cloe y Eutropia; tortilla de Laudomia salteada con juguetonas almendras de Venecia, recolectadas en una mañana de niebla; tarta bañada en lúbricos licores de Canterbury más allá del condado de Kent y suculentas strawberrys cosechadas en cualquier venta Manchega que gimieron al ser seccionadas.

Pero disfrutar de tan magno almuerzo y paladear sus manjares tenía un precio… y aquellos comensales, ilusionadas book persons, estuvieron prestas a su pago: entusiasmo, risas, ironía, literatura, complicidad, cruces de miradas y una eterna pregunta ¿que habrá más allá del horizonte?.

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