Ahora el esclavo es libre; se
han desmoronado todas las barre-
ras hostiles y obcecadas que la ne-
cesidad, el lucro o las costumbres
desvergonzadas interponían entre
hombre y hombre. Ahora, con el
evangelio de la armonía universal,
cada uno se siente unido, reconci-
liado, mezclado con su prójimo.
Y no sólo eso, sino también uno
con todos.
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