lunes, 12 de enero de 2009

Sibila ve sus manos a través del sueño.

Amaban al amor
y amábanle sin palabras, sin gestos.

Erán apátridas que no querían poseer nada,
que no dijeron nunca ni mío ni te quiero.

Sólo formaban una masa telúrica
que podía degollar sin hacer daño.

Ir delante de todos los demonios
y subir las escaleras del miedo.

Coger al rehén del miedo -que era una flor hermosa-
y deshojarla y comérsela,
hasta sentir los posos de la sangre
llegar a la verdad
y a ese ligero instante de sentirla.

Sevilla, Alcalá, que más da ella es Rosa Díaz (La doncella cincelada)

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