martes, 15 de septiembre de 2009

Robert Graves (Londres 1895 - 1985 Deiá)

Escribía siempre que podía, allá donde estuviera, convencido que en la poesía se encontraba una esperanza de cordura pero al mismo tiempo sospechando que su “locura” hacía posible su poesía: si estuviese totalmente cuerdo, su creatividad podría desaparecer.

Necesitaba su locura,
su nervio.

La poesía estaba en el dolor.

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